En ocasiones las dudas invaden su inocente mente provocando que sus decididos pensamientos se distorsionen.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Sólo hacen todo, lo mejor que pueden.

"Uff, todavía miércoles" 
Tiró el pequeño vasito de papel que hacía dos minutos contenía aquel olor a café, si es que se le podía llamar así, que por unos instantes le hacía evadirse del recargado ambiente con esencia a desinfectante. Abrochó la bata, puso un par de bolígrafos en el bolsillo del pecho y se echó el estetoscopio al cuello. Las 8:30. Era una mañana agitada. 
Un señor entrado en edad, que andaría cerca de los 80 años, llegó al hospital para que le quitasen los puntos de un pequeño corte en la mano izquierda. Llegó un tanto nervioso. Al parecer estaba algo apurado de tiempo, comentó que tenía una cita a las 9:00. La doctora López comprobó sus señales vitales y le pidió que tomase asiento, sabiendo que quizás pasaría más de una hora antes de que alguien pudiera atenderlo. Lo vio mirando continuamente su reloj y decidió, que ya que no estaba ocupada con otro paciente, podría examinar su herida.
Durante el examen, comprobó que estaba totalmente curado por lo que le pidió a uno de los enfermeros algunos elementos para quitarle las suturas y curar su herida.


-¿Tiene alguna cita con otro médico? - le preguntó Isabel al ver a aquel señor mayor tan preocupado por la hora.
-No doctora, pero tengo que ir al geriátrico para desayunar con mi esposa. - dijo sonriendo.
-¿Y cómo se encuentra su mujer?
-Bueno...hace tiempo que está allí. Tiene Alzheimer. 
-¡Vaya! - exclamó en un tono compasivo. -¿Se enfadará si llega un poco tarde?


El hombre, cuya piel reflejaba el paso de los años, le contó que hacía tiempo que ella no sabía quién le visitaba. Hacía cinco años que su compañera no podía reconocerlo.
Isabel se sorprendió.


-¿Y usted sigue yendo cada mañana, aun sabiendo que ella no le reconocerá?
El anciano sonrió y acarició la mano que le había quitado los hilos a su herida. -Ella no sabe quién soy yo, pero yo aun sé quién es ella.


Bajo la bata, sintió como se erizaba la piel a la vez que se formaba un nudo en la garganta que intentaba disolver para que no brotasen lágrimas mientras el señor se levantaba de la camilla, cogía su chaqueta marrón y caminaba decidido hacia la salida. "Ese es el tipo de amor que quiero en mi vida".



El amor verdadero no es físico, ni romántico. El amor verdadero es la aceptación de todo que es, ha sido y será o no. La gente más feliz, necesariamente, no tiene lo mejor de todo; ellos sólo hacen todo, lo mejor que pueden.
La vida no se trata de esperar a que pase la tormenta, sino saber bailar bajo la lluvia.


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